Cuando termina el invierno y las temperaturas empiezan a subir, las viñas empiezan a despertar de su letargo invernal y arrancan su ciclo vegetativo. A partir de ahí empiezan a verse los primeros brotes en las cepas, y en poco más de dos meses las viñas sufren un cambio radical. Se sustituyen los colores marrones y ocres del invierno por el verde de las cepas recién brotadas.
Con la subida de las temperaturas comienza el ciclo vegetativo de la vid, lo que se traduce a la vista en la BROTACIÓN de las nuevas yemas, que con el paso del tiempo se convertirán en grandes y fuertes sarmientos. Durante los días más calurosos de los meses de abril y mayo las cepas han llegado a crecer hasta cinco centímetros por día.
Este año, siguiendo la poda de formación, intentaremos controlar la carga de cada cepa, realizando por primera vez una PODA EN VERDE, seleccionando de cada brazo los mejores tres brotes, que en años posteriores serán los pulgares fructificadores. Todo esto conlleva un gran trabajo de campo y horas de mano de obra, pero que es necesario para obtener en Septiembre una uva de concentraciones de azucares adecuadas y con la que podamos obtener el mejor mosto posible.
